Érase una vez, en un hermoso país, un pequeño canino tuvo como misión rescatar a la persona más importante de todo el mundo: el presidente colombiano que quedo atrapado en el Amazonas.
Este perrito era muy valiente y fue el único que acepto ir a lo más recóndito del país para salvarlo, pues él tenía una hermosa perrita, y Sandro pensó que si rescataba al presidente, tendría la oportunidad de conocerla, pues ya la había visto por televisión. Una vez motivado, se adentro al Amazonas a buscarlo.
En menos de lo que canta un gallo algo lo pudo asombrar, a lo lejos vio un tigre impotente que en un instante a su lado llego, y con aquella gruesa voz este mensaje le dio:
-¡Aléjate! Pobre extraño, que los terrores que te esperan jamás has imaginado.
Y Sandro, sin ninguna desesperación le pregunto:
-Dime, ¿Cuáles terrores se me presentaran?
El tigre sin señal de afán, le respondió:
- Primero, encontraras una selva oscura con montones de arañas, cuevas, ranas y serpientes, luego te robaran los micos ladrones que se encuentran en los árboles esperando tu llegada; y este lugar, solo una persona te puede ayudar: el elefante policía. Él quizás tenga información que estas buscando.
Sandro quedo sin palabras, pues no sabia donde ubicar al policía, lo cual el tigre le indico, que en su búsqueda encontrara a las gatas alegres, por cierto chismosas que podían ayudarlo. Continuo su camino esperando a las gatas encontrar, pasaba por un lugar muy oscuro y sintió unas carcajadas y chillidos muy fuertes, miro a sus lados y eran las gatas alegres, y él entusiasmado les pregunto lo que andaba buscando, a lo cual ellas respondieron:
-Pero a cambio te pedimos un favor, atrapa al gato más ruiseñor y encantador de toda la región.
Sandro acepto el trato, y sin pensarlo atrapo al gato y se lo entrego. Le dieron la información y lo único que hizo fue saltar de alegría, pues estaba cerca de sus objetivos. Encontró al elefante policía y juntos se fueron en busca del presidente, al llegar al lugar indicado por las gatas, observaron como maltrataban al presidente y lo apanaban para fritarlo con papitas y comérselo con salsa de tomate junto a una gaseosa fría. Sandro empezó a disparar y corriendo con mala suerte que mato al presidente, así que le toco comer pollo apanado esa noche.
Al día siguiente, llego la policía y junto al elefante se llevaron a Sandro, como continuaba lleno se vomito en el carro, el cual le toco limpiar. Cuando lo sentenciaron fue tanta la impresión, que le dio un patatús y se desmayo, se lo llevaron al hospital y allí continuo hasta el día siguiente, con su astucia logro permanecer mucho tiempo en aquel lugar, ideo un plan para escapar pero necesitaba de un cómplice y pensó en una enfermera. En su afán logro convencer a la persona escogida, la cual llevo a su cama y después obligo a que lo sacara de allí; y así lo hizo, en una camilla lo saco haciéndolo pasar como muerto y lo llevo a la morgue; de ahí, Sandro salio en la noche. Creyendo que su plan había funcionado, no imagino que el elefante policía lo vio salir con una vestimenta poco común y empezó a perseguirlo por toda la ciudad y el carro de Sandro fue estrellado en por el elefante, continuando así la persecución. El policía logro saltar al carro del canino, pero corriendo con poca suerte que se lanzaron por un abismo y murieron. En sus funerales, el pingüino sacerdote reconoció que ellos eran los culpables de que su hija estuviera al borde de la muerte, no realizo su deber y los maldijo: “malditos, malditos, mil veces malditos”. En el cielo, Sandro y el elefante se convirtieron en los mejores amigos, y por otro lado, cumplió su sueño y se encontró con la canina de su vida: la perrita del presidente.